En pleno 2024, reportes de la Unesco nos hablan de que existe una doble crisis en las escuelas del mundo que todavía es parte de la post pandemia: por una parte, la crisis de aprendizaje, con millones de niños que continúan sin ir a la escuela y una escasez de maestros global, con resultados de aprendizaje anormalmente bajos; por otro lado, la crisis del bienestar, con niños y jóvenes que enfrentan niveles sin precedentes de ansiedad e infelicidad.
La respuesta de la Unesco es el lanzamiento del Marco de las Escuelas Felices, con el cual, busca rebatir la creencia de que los logros académicos y el rigor no pueden coexistir con la alegría y la emoción en las escuelas. Esta creencia aún está generalizada en la mayor parte del mundo y la Unesco presenta argumentos con base empírica de investigación realizada en todo el mundo que demuestran la relación existente entre la felicidad y el aprendizaje.
Por ejemplo, la neurociencia demuestra que las áreas cognitivas y afectivas del cerebro, están conectadas y por eso, las emociones positivas tienen un papel irreemplazable para mejorar el aprendizaje, incentivando la motivación, la atención y la memoria. Se encontrará mucha más información sobre esto en el documento de la Unesco: ¿Por qué el mundo necesita escuelas felices?
La experiencia que deseamos compartir hoy con ustedes demuestra que es posible hacer del aprendizaje una fuente de alegría que, a la vez, se convierte en una experiencia única e inolvidable para los niños de preescolar y primer grado de primaria que se acercan por primera vez a la narración de historias. Es el resultado del trabajo de Mathew James Friday, un profesor, consultor de alfabetización y contador de historias profesional.
Su proceso incluye estos 4 momentos:
1. Examinar elementos de la escritura creativa
En esta primera fase, los alumnos disfrutan de lecturas en voz alta, descubren los elementos de la historia y aprenden a identificar lo que James llama “la montaña de la historia”, es decir: el comienzo, la acción ascendente, el conflicto, la resolución y el final.
Después de vivir estas experiencias en equipo, comienzan la creación individual de sus historias. Le dan personalidad, gustos y una apariencia al personaje principal de su historia. Para eso, dibujan y decoran a sus personajes, los recortan y usan un palito de paleta para convertirlos en títeres.
Los niños se sienten aún más motivados cuando ven a sus personajes cobrar vida. Incluso comienzan a interactuar entre sí con sus títeres y el resultado son historias nuevas y lo más importante, consiguen un sentimiento de logro y mucha alegría.
2. Agregar componentes ingeniosos a la historia
Este es el momento de las “partes sueltas”. Se trata de dar a los alumnos objetos diversos como limpiapipas, trozos de papel, guijarros, dados y botones para que piensen cómo crear cosas para su historia. Las “partes sueltas” se convierten en casas, árboles, varitas mágicas, casi cualquier cosa. ¡Y no cuestan nada!
Los estudiantes no sólo agregan las partes sueltas, sino que se inspiran al integrarlas a su historia preguntándose: ¿qué pasará después? A veces comienzan a jugar entre ellos y el resultado son historias co-creadas por varios alumnos.
En este momento del proceso, los alumnos han construido sus narrativas física, mental y verbalmente, dice James y todavía no han escrito palabras, pero pudieron compartir sus historias con sus compañeros.
3. Convertir ideas en palabras
Llegó la hora de escribir, incluso sin que los alumnos tengan todavía la habilidad de hacerlo, podemos contar con bancos de palabras e iniciadores de oraciones para que los niños pongan en palabras la historia que imaginaron.
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Ejemplo de Banco de palabras |
Ejemplo de iniciadores de oraciones |
El papel del profesor es fundamental, James lo describe así: “Hablé con los estudiantes individualmente y en grupos pequeños para comprender su pensamiento y les ofrecí comentarios sobre los párrafos y algunas opciones de palabras. En lugar de utilizar cuadernos para sus primeros borradores, optaron por utilizar mini pizarras, lo que los motivó aún más y los apoyó para realizar ajustes rápidos en sus narrativas. Finalmente, después de recibir comentarios, pasaron a escribir sus borradores finales y diseñar sus portadas para convertir sus historias en libros. Cada estudiante se llevó su libro a casa para compartirlo con su familia después de leerlo en la clase”.
4. Compartir historias y crear experiencias de aprendizaje memorables
Este es el punto culminante de toda la experiencia, pues, como dice Mathew James: ¿De qué sirve un libro si no se lee y se disfruta? Por eso, el paso final es leer las historias a sus amigos. Las leen en voz alta entre ellos y cuentan cuáles son sus partes favoritas.
Todo el proyecto, desde preparar a sus personajes hasta publicar y leer sus libros, tomó alrededor de cinco horas divididas en cinco días. Los alumnos describieron con sus propias palabras lo más importante del proceso, porque, cuando les preguntaron cómo se sintieron dijeron "orgulloso", "bien" y "¡alegre!".
Y ese es el propósito de todo esto: hacer que los alumnos convirtieran el aprender a narrar historias y con ello las bases de la lectoescritura, en fuente de alegría para crear aprendizajes memorables que estarán con ellos por siempre porque se asociaron con una experiencia positiva.
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