Introducción
La violencia contra las mujeres es una de las problemáticas más graves, persistentes y normalizadas de nuestra sociedad. Sus efectos se extienden a todos los ámbitos de la vida: el hogar, la comunidad, el trabajo… y también la escuela. Por ello, abordar este tema en la séptima sesión ordinaria del Consejo Técnico Escolar (CTE), programada para el 30 de mayo de 2025, no solo es pertinente: es necesario y urgente.
En este marco, el presente artículo integra información clave y estrategias prácticas para acompañar esa reflexión, aportar insumos al diálogo y, sobre todo, inspirar acciones concretas desde el aula, la escuela y la comunidad.
Un panorama alarmante: la violencia contra las mujeres en cifras
Los datos recientes sobre violencia contra las mujeres en México son alarmantes. De acuerdo con la encuesta ENDIREH 2021, casi 7 de cada 10 mexicanas (70.1% de las mujeres de 15 años y más) han sufrido al menos un episodio de violencia de género a lo largo de su vida. Detrás de estas cifras están experiencias dolorosas —agresiones físicas, sexuales, psicológicas o económicas— que muchas niñas y mujeres enfrentan a diario. Ante esta realidad, la escuela se convierte en un espacio crucial de transformación. Los docentes, por su contacto cotidiano con la niñez y la adolescencia, tienen en sus manos la oportunidad de prevenir futuras violencias y promover relaciones basadas en el respeto e igualdad. A continuación, analizamos brevemente la gravedad del problema con datos, y luego presentamos estrategias prácticas que los docentes de educación básica pueden implementar ya mismo desde el aula, la escuela, la familia y la comunidad para ayudar a frenar la violencia de género.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, ENDIREH, que el INEGI desarrolló en 2021 confirmó que la violencia de género es un fenómeno extendido en México. El 70.1% de las mujeres ha vivido al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida. Los tipos de violencia más comunes son la psicológica (51.6% de las mujeres la han padecido) y la sexual (49.7%), seguidas de la violencia física (34.7%) y la violencia económica o patrimonial (27.4%). En otras palabras, más de la mitad de las mexicanas han sido insultadas, amenazadas o humilladas por su pareja; casi la mitad ha sufrido tocamientos, acoso u otro tipo de abuso sexual; un tercio ha sido golpeada o agredida físicamente; y una de cada cuatro ha enfrentado control económico, despojo de bienes o discriminación patrimonial.
Además, los datos revelan patrones preocupantes según las características de las víctimas. La violencia afecta a mujeres de todas las edades, aunque con matices. Por ejemplo, entre octubre de 2020 y octubre de 2021, el 42.8% de las mexicanas sufrió al menos un incidente violento; en las adultas mayores (mujeres de 60 años y más) la proporción fue menor (14.6% en ese periodo), pero en grupos vulnerables como las mujeres con discapacidad fue muchísimo mayor (41.5% en ese año).
En cuanto a la situación conyugal, las mujeres separadas o divorciadas suelen reportar las prevalencias más altas de violencia a lo largo de la vida (muchas de ellas escaparon de relaciones de pareja violentas), mientras que las casadas/unidas y las solteras presentan niveles algo menores en promedio. En pocas palabras, ninguna mujer está completamente a salvo de este problema, pero ciertas circunstancias pueden agravar el riesgo o la visibilidad de la violencia sufrida.
¿Qué papel juega la escuela?
Frente a estas cifras desoladoras, el sistema educativo y especialmente los docentes tienen un rol fundamental para romper el ciclo de la violencia. La escuela es el lugar donde se forman valores, actitudes y comportamientos desde edades tempranas; por ello, puede ser un motor de cambio cultural. A continuación, se presentan cuatro ámbitos de acción con estrategias educativas prácticas que los docentes de educación básica pueden aplicar para contribuir a la prevención y erradicación de la violencia de género. Estas recomendaciones se basan en orientaciones de organismos oficiales (SEP, UNESCO, UNICEF, CLADE, entre otros) y buscan ser claras, factibles y pertinentes para el día a día escolar.
1. Dentro del aula: educar para la igualdad y el respeto
- Perspectiva de género en la enseñanza: Cada clase puede incluir ejemplos, contenidos y actividades que visibilicen a las mujeres, promuevan la igualdad y cuestionen estereotipos para fomentar una cultura de respeto.
- Normas claras de convivencia: El aula debe contar con reglas explícitas contra cualquier forma de violencia..
- Materiales inclusivos: Es clave revisar libros y recursos didácticos para asegurar que representen con equidad a mujeres y hombres.
- Educación socioemocional: Enseñar a gestionar emociones, resolver conflictos y practicar la empatía previene conductas agresivas. Actividades simples como la expresión emocional o el diálogo guiado ayudan a construir habilidades para la paz.
- Detección y canalización de violencia: El docente debe estar atento a señales de posible violencia que afecte a sus estudiantes.
2. Colaboración con las familias: aliados clave en casa
- Comunicación constante: Informar y dialogar con madres, padres y tutores sobre temas de igualdad, convivencia y prevención para reforzar en casa lo que se trabaja en la escuela.
- Talleres formativos: Ofrecer sesiones para familias sobre temas como disciplina sin violencia, equidad en el hogar o señales de abuso.
- Participación activa en campañas: Involucrar a las familias en actividades escolares como el Día Naranja o comités de convivencia.
- Apoyo ante situaciones de violencia: Cuando la escuela detecta un caso que afecta al entorno familiar del alumnado, debe ofrecer orientación y apoyo a los menores.
3. Participación institucional: construyendo una escuela libre de violencia
- Protocolos y reglamentos claros: La escuela debe contar con lineamientos contra el acoso, el maltrato o la discriminación.
- Capacitación docente continua: Todo el personal debe recibir formación en temas de género y prevención.
- Proyectos escolares integrales: Actividades que involucren a toda la escuela —como campañas, concursos o ferias— ayudan a difundir valores de igualdad.
- Actuación responsable ante casos: Si ocurre un hecho de violencia, la escuela debe activar los mecanismos de denuncia y protección, sin minimizar la situación.
4. Trabajo en red: sumando esfuerzos más allá de la escuela
- Alianzas con instituciones: Contactar a instancias especializadas (DIF, INMUJERES, ONG) permite acceder a materiales, talleres y asesoría para atender casos de violencia o prevenirla.
- Redes de docentes: Participar en colectivos o comunidades de aprendizaje permite intercambiar estrategias y fortalecer el trabajo docente.
- Involucrar a la comunidad: Actividades abiertas al barrio o a exalumnos fortalecen el tejido social alrededor de la escuela y refuerzan el mensaje de respeto.
- Uso de medios digitales: Compartir información veraz en redes escolares y sumarse a campañas globales amplifica el impacto educativo.
Conclusiones
Como muchos dicen: Educar es sembrar en cada corazón un compromiso con la paz. Los datos sobre violencia de género nos muestran la urgencia de esa siembra: millones de niñas y mujeres merecen un presente y un futuro libres de violencia. Como docentes, tenemos la posibilidad —y la responsabilidad— de contribuir desde nuestro espacio a que esa realidad mejore. Cada clase donde se cuestionan los estereotipos, cada padre o madre sensibilizado, cada protocolo escolar activado a tiempo, cada alianza tejida con la comunidad, son pasos concretos para prevenir que una niña de hoy sea una estadística más de violencia mañana.
Hoy más que nunca, la escuela puede y debe ser un refugio seguro y un semillero de cambio.
Fuentes consultadas:
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